1975
-I-en cualquier puente un día cualquiera
se puede escuchar el ansia de lo que clama
y confundirla con el quejido del viento que pasa las hojas de un libro
abandonado apenas el tiempo
que lleva
levantar la mirada y mirar
distraído
un sablazo de atardecer en la pálida entresílaba del río
amparadas en esa confusión pasan las hojas
y pierde pie la silueta del que lee/ los codos sostenidos
en la baranda metálica del pasaje peatonal
no es más que una pausa / se miente/
pero demora el regreso/
podría seguir camino y terminar el cruce antes que caiga
la noche
evitar los lobos y el gris pizarra que se agazapa entre sus piedras
-ya no es metálico el frío de la baranda
ni se escucha al otro lado el ruido de los autos-
pero se apoya otro instante
la silueta del que lee
-II-
de uno a otro punto del paisaje se tiende el puente como un gato
de piedra
el intercity le pasa la mano por el lomo en estudiada tangente
presiona
en la arqueada somnolencia del felino
para que no levante antes de tiempo la estructura y no descarrile
los vagones
en picada/
catorce metros abajo
se corta la garganta
es el drina el que clama
por boca del abismo
primero fue la firme decisión del visir
después la renuente constancia de los constructores
amalgamada en el temor a los empalamientos y la carrera
con las aguas
después el orden de austriahungría
luego la sagacidad del haiduco
y el pulso
de la mano del muchacho de visegrad
de esas voluntades se nutrió la longevidad del puente
-III-
son tres los arcos del otro puente que se levanta despacio
con el ritmo preciso que cada piedra le impone a la piedra
que le sigue/ (no es cierto que el deseo sea liviano como
una pluma)/ no saben nada
de lo que está envuelto en las vecindades de otras piedras
que tienen/ también/ el ritmo familiar
de las piedras que se tocan de lado/
se avecina cada piedra con seis más
en la disposición otomana de las hileras que van levantando
el puente/
estáticas bandadas de siete piedras
ellas mismas son todo lo que tienen en este puente/
cada una /a través de la otra/
va tocando el canto de las piedras extranjeras/ se intuyen
parte de algo más firme y duradero/ pero no pueden verlo/
se desaniman a veces/ sienten el frío de la duda/ pero
el temor sostiene/
porque/ se han preguntado todas/ alguna vez/ ninguna
está libre/ de pecado/ se han preguntado
apretadas en la duda
¿y si fuera cierto?
¿si de verdad hubiera un puente más allá de ellas mismas?
¿si no fueran solo siete
piedras
que el azar ha colocado en forma de estática bandada?
¿si hubiera puente?
¿si de verdad lo hubiera?
¿si fuera puente el ritmo de lo quieto?
¿si existiera?/ ¿si no
estuviesen
solas?
(Muere Ivo Andric, autor de Un puente sobre el Drina) Pulse aquí para leer el siguiente poema
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