1976
también el sabor de un durazno puede ser algo incomprensible
en el verano
cuando el ruido de los motores a nafta de las cortadoras de césped
hacen su trabajo
en la plaza principal de ese pueblo de provincia
yo intento no pensar en eso
imaginarla del otro lado de las vías
en la gran ciudad
probando en la zona intermedia de la tarde la textura del cuerpo
del durazno
desechando la piel/ dolorida
“porque nada debe perderse”
pero no hay receta que la fije en ningún punto del plano
inmanencia sometida a la rutina
perfecta
de una gimnasta rumana
¿y si fuera allí
en la aterciopelada piel del durazno
o en la simetría en blanco y negro de las barras paralelas
donde está el alma de las cosas?
yo intento no pensar en eso
pero igual me invade
la tibia sustancia de la zozobra
(Nadia Comanesci deslumbra en Montreal) Pulse aquí para leer el siguiente poema
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