martes

1958

no se ha perdido el nervio a pesar del esfuerzo
que hacen las palabras por sentirse a gusto tan lejos de casa
puedo imaginar a natalia ivánova
buscando las equivalencias
desolada
porque se le escapan entre los dedos como peces
pero en el rastro plateado del inasible cuerpo del poema
queda
cierta humedad del alma
de esa triste expresión sin entusiasmo
de la mujer envuelta en una bata japonesa
que abre la puerta y pregunta
sin asombro
-¿decidiste quedarte? ¿un cambio en tus costumbres?
-sólo vengo un momento...olvidé el reloj
-¡ah sí, claro, el reloj!...olvidaste el reloj
todavía un soplo
de ese dolor disimulado detrás de la ironía
la actitud desusada en la expiración del aliento contenido
-si esa vez al menos-
también sería posible decir una gota
abstraída en el sudor del rostro
temblorosa
equilibrando el sesgo en el umbral de un apartamento de la calle
neglínnaya
-¿me llamarás? pregunta inocente como una niña
y ese aire extraño y vago
es una máscara más para el temblor y el aliento en el umbral del rostro
enmascarada soledad de gatos ágiles pegados a los muros y máquinas
tragaperras de gaseosas

de ciudad adormecida tazas
con restos de café en la mesa de noche
y viejas revistas francesas al pie de la cama
pero es el temblor desnudo
no hay un sólo rictus que lo vista
es la desolada caricia del gesto desinteresado cuando las cartas están
echadas:
-aquí está tu reloj...deja que te lo ponga
hay un trasfondo en ese gesto
una instantánea congelada
algo definible -pero que el poema calla-
un rastro plateado del año escrito al pie
del último verso

(El poeta Evgueni Evtuchenko olvida su reloj en un apartamento de la calle Neglínnaya. Luego Natalia Ivanova traducirá el episodio)

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