sábado

1935

-I-

un herpes de claridad lastima el gris del cielo en el opaco instante
que antecede a la tormenta
no es mutismo ni silencio el ruido
de los automóviles
que buscan el sábado al final del día
lastima el modo en que dejan sin alma las calles del distrito financiero
usadas cuarteleras en la estación final del cuerpo de tiradores
que no vuelven
la vista
atrás
ni preguntan el nombre a las que escucharon indiferentes el ardor
-¿de qué otro modo iban a hacerlo?-

pero al menos los tocados por la leva tienen la disculpa
de lo que pueden esperar a la vuelta del día
en los pajonales del chaco
o en el frente de varsovia
en cambio
los oficinistas que conducen
sin alma los automóviles en los que buscan el sábado
deberían saber que muy pronto necesitarán de nuevo
de esas calles que ahora dejan como si a nadie le importaran
las lastimadas calles que la opacidad lastima/ deberían saber
que no es más que un herpes de lo claro
ese círculo celeste en el gris de un cielo

las dejadas atrás encienden cirios invisibles
esperando que llegue la tormenta y cobrelo debido

-II-

¿y ahora que los automóviles han encontrado el sábado
qué es
lo que allí adentro había?
¿para esto dejaban las calles que se retuercen de dolor como isleñas despojadas
del primogénito en la carnicería de astillas y óxido que dejan en los cuerpos
las viejas batallas fluviales que van hiriendo quedamente
hasta que la noticia de la muerte llega
jadeante
a decir que sí
que es cierto el cuervo de lo presentido
que ya pasó por la fosa
nasal izquierda
y llegó
a la hermana fosa
nasal derecha
el hilo con el que cosieron el amado cuerpo a la lona que lo envolvía
y contenía el peso que lo haría caer de pie
como es debido?

¿tan fuerte era el llamado del vacío
en el vacío de los automovilistas
como para dejar atrás incluso ese dolor de las frecuentadas calles del distrito financiero?

-III-

espejo inverso del mar entre tierras que alguna vez
fue el señorío de cartago y que ahora se ofrece
como en la no-palabra de una desconocida en el puerto de rangoon
se ofrece
en la cartelería de vidrio de una agencia de viajes
espera por alguien que busque lo que alguna vez buscaron
quienes no tenían voz para nombrar el remo
pero sí para su empuñadura

aunque los automovilistas han encontrado el sábado
siguen escapando
aferrados a su sillón de descanso
como si fuera
el asiento del sedan del noventaydos color verdeagua
en el que ayer nomás buscaban el sábado

en su idea incompleta de lo que de verdad desean
abrebar del sábado vagan
por los puertos
lejos de piazzale roma
desean el mar picado
pero sólo encuentran
la planicie de lo quieto

saben que las abandonadas calles no perdonan fácilmente
y cuando sea el instante del cuervo
nadie pondrá
junto a sus tumbas un remo por si su alma llegaa precisar ayuda

(Termina la guerra del Chaco. Setenta años después los automovilistas lo habrán olvidado todo)

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