viernes

1915


donde está entonces el túmulo del que había nacido en lisboa nada más
que para morir
veintiséis años más tarde
espectro
antes de muerto incluso
vagabundo alumbrado por el alma colonizada
de la plaza del chiado
parasitado por su propia incapacidad de contener tanta mitología
desbordada
se mató con el gas
mostaza
-lenta mordedura de culebra-
entre las alambradas y la podredumbre reptaba esta vez
el áspid de la esfinge

es necesaria la daga
del más encumbrado príncipe de la casa de los átridas
el damasquinado de su hoja
mostrando el cuerpo
desnudo
desgarrado por la dentellada del animal
en las selvas de las caminerías oscuras del muelle sobre el tajo
para mandarlo al otro mundo

pero se necesita más que eso

para matar al espectro
la estocada tiene que tener el frío metálico
de la breve noticia de las carnicerías
empuñarse
con la dudosa tipografía que se lee entre las mesas del café la brasilera
como un signo punzó escrito a cuchillo
en los atardeceres que dan a la calle
como heridas abiertas
en el cristal deshecho del desasosiego

la estremecida doración de la noche lo aísla de la oscura tangente
de la época enfermiza
y lo vuelca
como un néctar
calle abajo

(Mientras el gas mostaza desangra las trincheras de Europa, en la mesa de un café de Lisboa el poeta Fernando Pessoa decide matar a Alberto Caeiro, su heterónimo )

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