miércoles

1901

mil novecientos uno es un automóvil con los faros encendidos que no llegan
a iluminar
la carretera
un pájaro pasa
como una aparición suicida
una mancha
borrosa
encandilada
mil novecientos uno en la viena de mil novecientos uno se contenía
a sí mismo
en esa fugacidad del pájaro
la otra aparición encandilada -marlene- hubiera dado el último centavo
por las aspiradoras a gasolina de gran bretaña
o por la mano de chejov
pero es la carretera en la penumbra todavía
una veta marmolada en el aguardiente anisado de los griegos
que empieza el empeño
de trabarse
con la piedra
de hielo
no se espesa todavía
evanescente veta en la penumbra
podría estar tentado de estrellarse
perder el rumbo
si al final de cuentas es tan poco lo que puede verse
-hasta la reina victoria muere algún día-
la viena de las bodas de anton pavlovich chejov podría ser un comienzo
pero el espectador profana el espectáculo sagrado del suicidio de un pájaro en la carretera oscurecida

y no sucede el árbol
ni la veta encandilada
ni el hielo premonitorio
ni la fugacidad de los imperios en la borrachera de un camerino vacío
detrás de las líneas enemigas

podría ser sagrado con tan poco mil novecientos uno
pero falta el pájaro
el juego de sombras del plumaje desbocado
en la violenta luminosidad de los focos del automóvil
la rústica manera de morir
aplastado contra vidrio
metal
y pavimento
pero tiene miedo y pasa
indicativo
y frágil
como todo


(Muere la Reina Victoria. Se casa Chejov. Nace Marlene Dietrich)

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