jueves

13 poetas en 11 años: poesía reciente en Uruguay

(selección, prólogo y notas de Luis Bravo. Publicado en la revista argentina Plebella)

1. Deslindes de contexto

Entre 1993-1994, fecha de los primeros libros de los poetas aquí seleccionados, son varias las señales de que el período de transgresión y renovación poética de la "movida contracultural" postdictadura - comenzado allá por 1986-87-, ya desinflaba su flama. No es que algo comenzara como cosa nueva, sino que algo se diluía entre las señales cada vez más evidentes de lo que sería la era del "vacío neoliberal": las ilusiones de "justicia y cambio" de aquellos jóvenes se licuaban ante la reafirmación de la "impunidad" a los crímenes del Estado dicatorial; la "ansiedad consumista" surgía, paradójicamente, en medio de una pauperización que en el 2000-02 trepó hasta el 40% de niños situados por "debajo de la línea de pobreza", cifra-punk del "no futuro" uruguayo. En las artes las mismas incertidumbres y despistes operaban, pero lo que cesaba era la revulsiva frontalidad -peleona y dramática- de los ochentistas. Sus aperturas estéticas, en lenguaje, micropolítica, soportes nuevos e interdisciplinariedad, en la "perfomativización" del libro y de la oralidad, se prolongarían en los noventa, pero el clima de recepción ya estaba "en otra": el multiempleo y el desempleo, la emigración juvenil, situaron a la cultura del libro en un rango de prescindible necesidad. Y si la poesía va quedando a un margen del discurso cultural, la cultura misma pasaría al margen de la sociedad de "libre-mercado". En esa transición ante la simple pregunta de ¿dónde estamos? ¿desde qué locus se está escribiendo?, arreciaban aún las interrogantes paradójicas del período anterior: ¿era "la posmodernidad que fragmenta y/o minimaliza el macrorelato de la Historia y las utopías? o ¿era la era cibernética - hija tecnológica de la "era espacial"- monitoreando en soledad a cada individuo, en un brillo virtual en el que la alteridad se borroneaba peligrosamente? ¿era la verdadera pluralidad, la "bio/diversidad" desplazando las fobias (xeno, etno, homo)? o ¿era lo "políticamente correcto" que amortigua el cambio de las mentalidades asimilándose en el nivel mediático?;¿era el triunfo unilateral del Capital financiero multinacional arrasando derechos laborales y pauperizando la sufrida conquista social en decenios de luchas desiguales? o ¿se estaba en la apertura de nuevos mercados y modalidades de producción, como decían los tecnócratas?; ¿estábamos en el tramo final de la ciega depredación industrial del medio ambiente planetario? o ¿en la new age de una conciencia espiritual preapocalíptica?

Buena parte de estas índoles, que no son "temas" sino fáctica de esos y estos tiempos, atraviesan los discursos de estas obras, aunque de manera más bien implícita, salvo excepciones. Por lo que no puede decirse que estén de "espaldas" a las circunstancias sino que no actúan desde una mecánica "causa-efecto", y tampoco se acaudalan en planteos colectivos de índole organizada (política o estéticamente). Lo evidente es que cada poeta está ante la escritura como individuo, acaso en cierto diálogo con sus pares, con un saludable grado de conciencia formal, de la poesía como oficio. De hecho, en la diversidad de estilos que evidencia esta muestra hay algunos denominadores comunes: la presencia de un "ojo verbal" que registra vorazmente, arrojando o recomponiendo una escritura que es relectura del "estado de las cosas"; una marcada reflexividad de corte metapoético, con una especulación de lenguaje como destino propio; una heterogénea puesta discursiva en la que conviven el poema en prosa, la narratividad , la visualidad instantánea, el quiebre sintáctico, la presencia del "yo" biográfico, junto a la difracción entre enunciado y enunciante.
Entre los poetas nacidos entre los cincuentas y sesentas, el discurso apuesta más a cierto alcance psico-filosófico (la corporalidad, los laberintos de la identidad, la temporalidad); entre los nacidos en los setentas, el estilo es más ágil, paródico, antisolemne . En todos el resultado es el de una plasticidad de mixturada factura que dialoga con lo rioplatense contemporáneo (sendos epígrafe de Viel Temperley, Perlongher, Juarroz, Bellesi) y mucho con referentes de los setentas uruguayos (Milán, Appratto, Fressia, Arbeleche, Echavarren), a la vez que se intertextualizan otros lenguajes, con preeminencia de lo visual (cine, comic, artes plásticas) y lo musical (punk-rock, cumbia villera, electrónica).
Al respecto de la diversidad de formatos y soportes, cabe aclarar que la performance multimedial (micrografías, video, puesta oral-escénica, poesía ciber-digital), cada vez más cultivadas por los poetas actuales (desde los años 80) no integra esta muestra por motivos de formato, siendo este punto uno de los desfases (un "debe" podría decirse) que acontece hoy entre lo que es a cabalidad la producción poética multimedial y lo que la "crítica" y la mostración de estos fenómenos logra asimilar (1).
He aquí, entonces, una "muestra tradicional" de lo que algunos poetas (toda selección necesariamente subjetiva así lo dispone, y por ello me responsabilizo) (2), han venido publicando en los últimos 11 años: 1994-2005. Es dicho período, en el que ingresan por primera vez al circuito de recepción sus obras, lo que priorizo y no el más resbaladizo criterio de corte etáreo, de allí que las fechas de nacimiento oscilen entre 1950 y 1978. Se trata de quienes ya no pertenecen en lo local a la detonante "generación de los 80"en sus dos fases (la de "la resistencia" y la de la "movida contracultural") (3), sino a una zona posterior que, más o menos cerca de los estilos de apertura de esa generación, según los casos, se inscribe en otros contextos locales y globales (4).

2. corpus y estilos

Jorge Olivera rastrea grandes espacios geográficos (desiertos, estepas) para desde allí refractar hacia una interioridad ("las llanuras del corazón";"los desiertos del cielo"). En sus símiles emerge el arrase civilizatorio y la imbricación entre tecnología y metafísica ("los satélites artificiales son esquivas formas de representar el destino"). Alterna lo exteriorista y lo visionario (las sirenas pasean "su sombra en los ocasos de la escollera"). El `poeta` parece ser el que recoge los fragmentos de lo `caído´, entre un tono de elegía y un afán de restitución en el linde apocalíptico.

Melisa Machado expone una ritualidad erótico- caníbal en la que la voz de fémina-hembra-lilith restalla ante un depredatorio orden patriarcal ("Profané su obra en honor a mí"; "demasiado apremiante mi deseo quedó exhibido ante las bestias.). Oracular, la tensión de género apunta a mutar la "condena" en orgullo de ser reapropiado, en belleza impúdica: "Sepultada ante siglos de arena/ cubrí los costurones con empastes de hierbas"; "Esculpí mi rostro para arrebatarme después"). Esta actitud prolonga en parte el impulso que artistas plásticas y poetas lanzaran - como piedra angular- desde el libro colectivo Viva la Pepa (Ediciones de Uno, 1989).

Lo amoroso lésbico -que iniciara Cristina Peri Rossi con Evohé,1971- se reaviva en los poemas de la más joven Virginia Lucas. El deseo, la sensualidad y el acto sexual se yuxtaponen con la pulsión del acto enunciativo. ("Diría: voz rozando el espacio del cuerpo"). De su reciente No es de acanto la flor en piedra puede inferirse: si el acanto es "ornato" arquitectónico, la "flor en piedra" es inscripción que postula un arrebato esculpido en letra ("inscripta o estatua" dice), a buen resguardo de convertirse en moldura retórica, en adorno de mero edificio textual.

Dos poetas nacidas en los cincuentas, que publican recién en la segunda mitad de los noventa, son referenciales del período. El último libro de Teresa Amy hace de la crónica de viaje (países/ paisajes del oriente europeo) un instrumento de especulación de identidad y alteridad. Dice Roberto Appratto (prólogo a Cuaderno de las islas: "(...) si estos textos son ejercicios de visualización (tanto de los lugares como de las fases de la luna, como de espacios íntimos) es porque en ellos se mira con las palabras". La palabra-ojo-viajero se sabe intervenida por esa alteridad magnética y misteriosa que, a la postre, le permite verse a sí misma desde fuera: "verás los dos rostros oscuros que/ me persiguieron y la mancha de miedo/ salobre sobre la fotografía/ mi apariencia tristísima de visitante de un invierno"..

Mariella Nigro toma al cuerpo como epicentro. El cuerpo-casa, el cuerpo-cosa de sí, es soporte incanjeable en el que el tiempo inscribe: "entonces agrieta la pared del cuerpo /y hacia abajo corre su tinta/ marcando las arrugas/ y tatúa la escritura". El cuerpo como herida y como matriz genésica es palimpsesto de inscripciones (escritura /tatuaje), volumen esculpido, tela/ tejido en el que se borran capas - texturas y emociones- del móvil retrato del ser viviente. Así asistimos, según Rafael Courtoisie (prólogo a Umbral del cuerpo) al "nervio donde lo corporal expresa la inteligencia de la materia".

En William Johnston aparece la factura de la poesía inglesa (precisión descriptiva, cuadros prerrafaelistas, galería de personajes, humor sutil), así como en "La estación de las bellas furias" el entorno de familia (padre, madre, hermanas) inmerso en lo fantástico, parece proceder del universo de Marosa di Giorgio, con el agregado particular de la mitología griega en proyección "gótica" (el imaginario del neogótico montevideano de inicios de los noventa, lo integran el ya fallecido Julio Inverso, Nelson Díaz, Federico Rivero Scarani, entre otros)

El poema en prosa de Eduardo Curbelo acomete la fragmentación visual y sintáctica como "fotomecánica del lenguaje", llevando a la superficie textual la índole "formal" de los procedimientos técnicos. El poeta es el montajista que edita el discurso evitando la paridad entre lo que se dice y quien lo enuncia. En Penitentes sus secciones ("mano de obra"; "estadio centenario"; "pintura de caballete") refieren a materiales y objetos "constructivos", y si bien desarrolla las "temáticas" correspondientes (el trabajo del albañil, el popular espectáculo futbolístico, la hechura de un retrato de pintor) la obra es en su globalidad toda una metapoética.

La "ilusión de distanciamiento" entre quien escribe y lo escrito esta dada en Roberto López Belloso desde que sus títulos (éditos e inéditos premiados en concursos) son todos "Poemas encontrados en...." (una sala vacía - alusión al cine-; en una guía Michelin - el viaje- ; en el siglo pasado - la historia del siglo XX revisitada año a año). En efecto, viajes, cine, hechos históricos, literatura y arte conforman una compleja red intercultural, de ágil intensidad perceptiva pero también conceptual.
Entre los nacidos en los setentas la parodia alcanza a la propia imagen que el poeta tiene de sí y de la "poesía-poesía". Pablo Galante, heterogéneo en estilo y temática, puede calar en la mirada social ("caja de alfajor"), en el clip crudo e hiperrealista en una sala de emergencias, así como ironizar la historia en un "héroe-conquistador" de glorias sexuales y otros sometimientos.

Leandro Costas Plá desmonta frases y giros coloquiales que pone a funcionar como cuñas de resignificación dislocadas de la norma. Desde lo familiar y sus vínculos conflictivos, problematiza el "decir" de lo "no-poético" - lo que él denomina "la tribu del palabro"-. Se nutre de partículas de lo "ya dicho" como caudal a saber y a negar al mismo tiempo: "callaría la verdad si no dijera qué/ que se dice sobre lo dicho". Su estilo elíptico y espacializado en la página, linda con la incomunicabilidad.

El despojamiento de un discurso que acaso nunca ha tenido lugar y que en su lugar ocupan imágenes sintéticas (instantáneas verbales de un ojo-escrito que registra texturas y exhuma "cadáveres" exquisitos), es el sello de Martín Barea Mattos , quien también cultiva el poema-objetual y conceptual tras la pista del maestro catalán Joan Brossa.

Paula Einöder, con dos libros ha suscitado una recepción ampliamente aceptada, con una metapoética inteligente y con una vitalidad que en algunos textos (you don´t know what love is) recoge algo de las transgresivas voces de Lalo Barrubia y Ana Cheveski, de finales de los 80´.

Finalmente, Rafael Alberte (nacido en los setenta-y- algo, pero sin dar datos explícitos) cuya impronta es la de confrontar el "buen decir" y "lo solemne", desde una lúdica deconstructiva de las estéticas heredadas.

Ver selección de poemas en el siguiente link

http://www.plebella.com.ar/numero10/dossierpoesiauruguaya.htm

lunes

1967

hecho a la medida de clandestinos pintadores de paredes blancas
tableteado
por anacrónicas teletipos
o silenciosamente deslizado por los telefax
su nombre
aún acecha
desde los vidrios empañados
enmoheciendo
los estandartes del imperio

(Matan a Ernesto Guevara)

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